viernes, 24 de junio de 2016

La cortina de humo del "Brexit"


La respuesta del referendo ha llegado fría y clara para el mundo, una advertencia sobre algo que se nos ha escapado sin darnos cuenta. El Reino Unido ha asentado un precedente histórico al convertirse en el primer país que abandonará la Unión Europea después de 43 años en el seno de los debates sobre la identidad europea. La noticia ha sido devastadora para un amplio conjunto de la sociedad que vela por Europa, de diferentes afiliaciones, que mantenían como un espejismo la posibilidad de que la Gran Bretaña dijera que no a la permanencia.

The early bird catches the worm. La campaña independentista ha dado sus frutos después de una intensa actividad para conseguir un reto histórico de un sector de la derecha británica. Ante una situación como esta, sin precedentes en el reino de Isabel II, la mayoría de los que verdaderamente podían haber hecho algo para evitarlo no han movido ni un solo dedo, excepto con veladas amenazas sobre la caída de la libra esterlina. Y frente a esto, las promesas redentoras y el mensaje visceral y populista se han implantado entre la mayoría de los ciudadanos británicos, mientras seguíamos creyendo que era una más de las bravuconadas del carácter inglés. Como si luego todos los cauces fueran a volver al río por inercia. 

Analicemos los resultados. Un referendo con alto grado de participación (más de un 72 % de los ciudadanos británicos) con un resultado diferenciado aunque sin excederse (52 % a favor de irse, 48 % en contra) con mayoría del Leave en Inglaterra y Gales y del Remain en Escocia e Irlanda del Norte (una vez más, ninguna de ellas holgada). Un resultado polarizado en el que sobresalen dos hechos importantes: la rotunda victoria de permanecer en la UE en Londres, donde mayor cantidad de inmigrantes hay de toda Gran Bretaña, y la afirmación de que Inglaterra tiene un poder determinante para decidir sobre el resto de las demarcaciones vecinas.

Como primeras consecuencias: dimisión de David Cameron como primer ministro y trámite de un proceso de desconexión con la Unión Europea que durará dos años. La noticia es aplaudida por los grandes artífices del independentismo: el líder del ultraderechista United Kingdom Independence Party (UKIP), Nigel Farage (un bocazas conocido por su afición a la bebida y sus discursos incendiarios políticamente incorrectos), el conservador exalcalde de Londres Boris Johnson (un megalómano incorregible que se postula como el próximo primer ministro) y su homólogo estadounidense: el magnate de los negocios y candidato republicano Donald Trump. Si esta cuadrilla de amiguetes que harían languidecer al Trío de las Azores son capaces de reunirse para un acontecimiento así, no es demasiado difícil deducir por dónde van a ir los tiros en ese nuevo Reino Unido independiente. Y todo ello con la pasividad de los laboristas, enzarzados en sus luchas entre el ala radical del cada vez más perdido Jeremy Corbyn y los que se mantienen a la sombra del genocida Tony Blair. Triste, muy triste es que no haya habido mensajes de coraje y de solidaridad desde el resto de Europa hacia los británicos convencidos del Remain. Solo la amenaza ha predominado en el discurso.   

Las disyuntivas han sido muy claras en un proceso que se lleva trabajando desde hace meses. Dos factores han sido imprescindibles para marcar la decisión de los ciudadanos británicos. En primer lugar, la creencia de que la Unión Europea obstruye el crecimiento económico y somete al país a medidas que perjudican a su economía para beneficiar a otros de sus estados miembro mucho menos eficientes. La segunda y más importante: la inmigración. Debido a que el país anglosajón ha capeado con mayor logro que sus vecinos la crisis económica derivada de la caída de la Bolsa en 2008, está viviendo un aumento continuado de inmigrantes que ha creado fuertes conflictos de identidad con la población autóctona, a pesar de los esfuerzos del gobierno conservador por cerrar las fronteras desde 2013 con diferentes excusas (ya fuera por empleo u otras restricciones). Las zonas del norte de Inglaterra, donde más decisiva ha sido la victoria del Leave, comparten características que les hacen un caldo de cultivo perfecto para los independentistas: clases trabajadoras facilmente seducibles con promesas de humo, núcleos urbanos más reducidos y una cantidad de inmigrantes demasiado perceptible para los nativos. Aunque en muchos casos no sean europeos.


Más allá de las terribles consecuencias que supone, el abandono de un país tan emblemático en el proyecto común llena de dudas a los europeístas y da alas a movimientos de ultraderecha de sobra conocidos y explicados para demandar referendos similares en sus respectivos países. Sin embargo, en este pequeño y dividido país llamado España, la respuesta más decepcionante ha sido la de los propios partidos institucionalizados.

Y después de Venezuela, viene el Brexit. En estas circunstancias, no podía haber llegado cortina de humo mejor para que el Partido Popular, PSOE y Ciudadanos arremetan contra algo que deja estupefactos a más de uno: la decisión de Cameron de convocar un referendo. Como si permitir que se vuelva visible lo que un pueblo quiere para su país sea antidemocrático. Son especialmente insultantes las declaraciones de Pedro Sánchez, líder de un partido cuyo lema de campaña es "Sí por el cambio" pero que luego prefiere las teorías del "rebaño desconcertado" de Chomsky. Las alusiones a Cataluña son implícitas, pero evidentes, así como la necesidad de pretender desprestigiar a Unidos Podemos llegando incluso a comparaciones con el UKIP que en otro contexto serían graciosas, pero que a dos días de las elecciones son indignantes. Y que quede claro: es la madurez democrática la que hay que respetar, y no caer en hipocresías como la alabanza del referendo en Escocia de 2014 y el desprecio de este simplemente porque guste o no guste. Hay que ser coherentes y dejar que los pueblos elijan su futuro, sean buenas o malas decisiones las que están sobre el tablero de juego.

La estrategia está servida. Ya no se hablará de las manipulaciones del ministro de Interior Jorge Fernández Díaz para criminalizar a rivales políticos catalanes con toda la alevosía que su fanatismo nacionalcatólico le permite. Ni su indecencia al no dar la cara ni dimitir, ni tampoco la de Rajoy al conocerse que estaba al corriente de todo. Tampoco de la sospecha que abre su cómplice, el director de la Oficina Antifraude de Cataluña, sobre las intenciones e intereses ocultos de Albert Rivera. Ni siquiera se hablará de recortes de derechos y libertades, de represión indiscriminada del Estado policial, de las mentiras y las corruptelas o el aumento escalonado de la miseria, precariedad y paro. Ni, por supuesto, de los proyectos e idearios políticos. 

No. Hoy y mañana se hablará del riesgo de salirse de las normas establecidas. En ese sentido, han ganado las elecciones antes de hacerlas. Y nosotros, imbéciles corderos, se lo estamos permitiendo.

The early bird catches the worm. Malditos refranes.





domingo, 1 de mayo de 2016

¿Y qué si el mundo cabe en una canción de Silvio Rodríguez?

Silvio Rodríguez en un momento del concierto de Valencia de 2016.
Oh, mujer,
Ojalá que contigo se acabe el amor.
Ojalá hayas matado mi última hambre
Que el rídiculo acaba implacable conmigo
y yo, de perro fiel, lo transformo en canción.

Silvio Rodríguez, "Dibujo de mujer con sombrero"
El maestro salió de la isla. El cantautor cubano Silvio Rodríguez decidió reanudar su eterna aspiración de trovador para trasladar su mensaje a España. Tuve la inmensa satisfacción de verle en el concierto que dio en Valencia el 29 de abril, en el Pabellón de la Fuente de San Luis. Rodríguez, a sus muy bien llevados 69 años, demostró por qué sigue siendo una de las voces más íntimas y hermosas del siglo pasado (y por suerte, del presente). A pesar de que hablamos de un estadio de baloncesto, y que los asientos eran incómodos y no estaban numerados (las entradas sí lo estaban), la sonoridad era perfecta, y las pantallas nos permitieron más a fondo los detalles de los músicos 

La promoción de su último disco, Amoríos (2015), no hizo realidad la posibilidad de que el cantante dejara de lado sus canciones más conocidas y personales. Tampoco el temor de mis acompañantes, dos de mis tíos, que habían tenido la mala experiencia de ver a un Pablo Milanés (autor de bellezas como "El breve espacio en qué no está") afónico hace algunos años en un concierto de Gandía, se le trasladó a su compañero. Más bien al contrario: lucía la misma voz que hace cuarenta años.

Acompañado de un potente grupo de músicos, el gran artista hizo repaso de sus mejores y más reconocidas canciones. Himnos a la reflexión, a la soledad, a la resistencia, la rebeldía, la naturaleza y el mundo. Pero, por encima de todo y ante todo, canciones al amor. Versos que resuenan en la memoria y el corazón, de las tristezas y las desgracias, pero también las ilusiones y la libertad del amor por encima de todas las cosas. Empieza abriendo el concierto con dos canciones de su nuevo álbum: la muy apropiada "Una canción de amor esta noche" y la impresionante "Tu soledad me abriga en la garganta".



Especialmente profunda fue su llamada tetralogía de exposición de una mujer, cuyas cuatro canciones ("Dibujo de una mujer con sombrero", "Óleo de una mujer con sombrero", "Detalle de una mujer con sombrero" y "Mujer sin sombrero") son las que más evoco de toda su actuación. 

La esposa de Rodríguez, Niurka González, destacó por una inmensa habilidad con la flauta travesera y el oboe. Los guitarristas, a ritmo de melodía cubana con sabor a Caribe y entretejidos sonoros mestizos, dieron muestra de su virtuosismo, que complementaba perfectamente a la intimidad del cantautor, acompañado únicamente de su eterna guitarra (y a veces, ni eso).

La interpretación de "Tonada del libre albedrío" o la mención de Ana Belén Montes demuestran que Rodríguez sigue defendiendo rotudamente la Revolución Cubana, a pesar de que el tiempo y las circunstancias hayan cambiado a este polémico régimen de una manera demasiado negativa. Pero sin embargo, las historias trascienden a la ideología concreta, y aunque las luchas hayan fracasado hasta cierto punto, su resistencia no deja de ser inspiradora. No en vano, continúa realizando conciertos por los más desfavorecidos en La Habana, y recientemente anunció que tocará en Ecuador en memoria de las víctimas del reciente terremoto





Y llegado el momento, y tras varias canciones inmortales ("Quien fuera" o "Sueño con serpientes") y una curiosa anécdota con Gabriel García Márquez, que le inspiró para escribir "San Petersburgo", llegó el momento anhelado. "Ojalá": la expresión más bella del desamor, de la desesperanza ante la ruptura. A ese nivel, el éxtasis del público llegó a su cénit ante un cantautor visiblemente hastiado de cantarla, algo muy comprensible dado lo pesado que puede llegar a ser la audiencia, sea del país que sea, por escuchar una canción así.

Lo siguiente fueron varias secuencias en las que el cantautor abandonaba el escenario para, ante el clamor de un público, muy generosamente retornar para una canción más. Cuatro veces, en total. "Mi unicornio azul", "Qué poco es conocerte", "Querer tener riendas" y la bellísima "La gota de rocío". Para esta última, se hizo de rogar bastante, pero dejó un sabor de boca distinto, pero sin duda dulce.

Todas estas canciones que menciono son muy recomendables para disfrutar, dejarse llevar por el mundo alocado que subyace en las melodías y los fonemas. En definitiva, volver a creer en la vida. Háganme caso: hay músicos sobre los que no se entiende de edades. Silvio es uno de ellos. Y yo no puedo ser más feliz de verlo en que probablemente será la última vez que visite mi ciudad.
Orgulloso estoy de esta herencia cultural aprendida de mis padres y mis tíos.


Ojalá que la aurora se vaya tras de ti... Ojalá que la tierra no te bese los pasos...
(Silvio Rodríguez, "Ojalá")



jueves, 24 de marzo de 2016

El circo del terror continúa

Llevaba semanas sin escribir en este sitio, así que voy a tratar de ser lo más conciso posible para comprender qué nos ocurre. Meses después de la horrenda travesía que se vislumbra en Europa, parece cierto eso que decía Nietzsche sobre el eterno retorno: la historia es circular, se repite cíclicamente.
Una vez más, otra salvajada en el corazón de Europa por parte de veinteañeros fanáticos del Islam, ciudadanos del propio país, provenientes de barrios degradados y condenados de antemano a un futuro humillante. Perfiles idénticos a los de los otros asesinos y sus masacres tan reverberadas y que tanto miedo crean dentro de nuestras malditas fronteras.

El ataque a Bruselas no tiene nada de azaroso. La capital de Bélgica tenía motivos muy importantes para ser el siguiente blanco. A diferencia de Francia, este pequeño país centroeuropeo no se había caracterizado por marginar a las capas de población musulmana dentro de su sociedad. De hecho, tradicionalmente han sido respetadas por la mayor parte de la población. No obstante, a raíz del atentado de Charlie Hebdo el 7 de enero de 2015, lideró una de las mayores persecuciones contra todos aquellos sospechosos de pertenecer al Daesh. Registros de domicilios, detenciones, interrogatorios... Aunque parezca increíble, en la mayoría de los casos estaba justificada su acción, pues lograron atrapar a células terroristas e impedir baños de sangre. Inevitablemente, eso le había puesto en el punto de mira, hasta el punto de que días atrás de que estallaran las bombas en la capital, el gobierno veía como "posible y probable" un próximo atentado.


Pero hay otro motivo. Al igual que en París, los yihadistas de Baghrdadi quieren dar un mensaje golpeando a la ciudad donde se encuentran las instituciones más importantes de la Unión Europea. Un mensaje de advertencia sobre su avance en la delirante búsqueda de su califato. Pero frente al circo del terror, en Europa nos hemos topado con un insondable muro de vergüenza. Confieso que me quedé atónito cuando conocí el famoso acuerdo al que había llegado la Unión Europea con Turquía para expulsar a todos los migrantes fuera de sus fronteras. No podía creerlo. Ni siquiera habían sido recibidos en varios países y ya los estaban echando. Casi dos millones de personas huyendo de la guerra, con heridas incurables en sus vidas, con derecho de asilo político... Y esta estúpida Europa, la que nos ha engañado con sus bancos y sus desvíos de capital, la que con su neoliberalismo ha alcanzado cuotas terribles de desigualdad y miseria, les da la patada en nombre de la libertad y la lucha contra la extrema derecha. ¿Quién les ayudará ahora? ¿Alemania? Hace dos semanas se manifestaron en Berlín más de tres mil pronazis contra los refugiados. ¿Francia? Es allí donde la islamófoba y ultraderechista del Frente Nacional Marine Le Pen tiene muchos votos de ser la próxima presidenta. ¿Reino Unido? No es probable cuando ha hecho firmar un humillante tratado sobre el control de la inmigración y el recrudecimiento de las medidas policiales contra los extranjeros y hay pendiente un referéndum sobre su permanencia en la Unión Europea.

Lo que es seguro es que España no moverá un dedo por los derechos humanos, cuando el presidente en funciones sigue siendo un títere de los intereses extranjeros y existe una incertidumbre política y represión como pocas veces se ha visto en el país. Tampoco podrá hacer nada Grecia (qué tiempos aquellos en los que parecía la esperanza), cuando están desbordados por la llegada de miles de refugiados y se encuentran con que el resto de países les han cerrado las fronteras.

La gota que colma el vaso es la fotografía de un niño en un campo de refugiados con un cartel que pone "Sorry for Brussels". Es insoportable que las mismas personas que huyen de la guerra tengan que pedir perdón por los crímenes que cometen sus mismos agresores. Pero ya es tónica general, ¿no? Ahora por ser musulmán, árabe, llamarte Mohamed o Fátima, tener la tez morena o llevar velo tienes que disculparte constantemente por existir. Es el siguiente paso en el circo del terror: avergonzar y humillar hasta convertirlos en el nuevo enemigo común.

El surgimiento de movimientos de extrema derecha en un continente que padeció los fascismos después de tantos años de lucha refleja algo terrible pero cierto: muchos europeos no quieren creer que los seres humanos somos libres e iguales. Hemos creado nuestros propios monstruos. Y, llegado el momento, y si seguimos esta estúpida deriva, ya serán demasiado reales y habrá que combatirlos por todos los medios.

Y, como soy incapaz de entender la vida sin libertad, que el maestro Moustaki cante por ellos. Por todos nosotros.






sábado, 20 de febrero de 2016

Libertad de expresión [Standby]

Asisto atónito a un cúmulo de sucesos que me hacen estremecer. Recelo de los mensajes alarmistas y no me gustan las interpretaciones apocalípticas, pero estoy asustado. Y creo que tenemos motivos para creer que ahora mismo hay un gran peligro en España.

Hará dos semanas que estalló la polémica del encarcelamiento de los dos titiriteros por emplear el término "Gora Alka-Eta" como recurso satírico en una obra de ficción ante varios niños. La extrema medida de un juez de la Audiencia Nacional, con un pasado siniestro como policía nacional, sirvió para criminalizar a dos artistas que, independientemente de lo cuestionable que fuera representar una obra claramente adulta para un público infantil, ejercían su derecho a la libertad de expresión. Desgraciadamente, el ayuntamiento de Madrid siguió la lógica de la caverna mediática y culpó a los artistas antes que defenderlos, y ahora dos asociaciones de víctimas del terrorismo que tan tristemente se han convertido en armas de intereses políticos (Asociación de Víctimas del Terrorismo y Dignidad y Justicia) se han querellado contra los titiriteros precisamente por eso, por representar una obra de teatro.

Pero es que la cosa no ha acabado ahí. Esta semana ha comenzado el juicio contra la concejala del mismo ayuntamiento, Rita Maestre, por irrumpir hace cuatro años en una capilla con consignas en defensa de la mujer y desnudarse de cintura para arriba junto con más activistas. Maestre ya se había disculpado por las posibles ofensas, pero es que el delito al que se enfrenta es "contra los sentimientos religiosos". No es broma. Y es que un delito heredero de los autos de fe inquisicionales está amparado por nuestro sistema. Una vez más, otra querella como instrumento político (solo Maestre y Hector Meleiro, los dos de Podemos, han sido acusados de entre todos aquellos participantes) iniciada por sectores ultrarreligiosos católicos y filofascistas. Qué ricura.

Otra más: la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau querellada también por una ofensa hacia el cristianismo por en un acto público la poestisa Dolors Miquel recitar un poema feminista que imitaba al Padre Nuestro . El primero que encabezó las críticas: el actual ministro de Interior Jorge Fernández Díaz, que, como no, es miembro del Opus Dei.

Otro: varios grupos de presión sionistas se querellan contra el semanario satírico El Jueves por parodiar en una de sus páginas la creación de Israel. Hoy en día, parece que decir que un Estado que asesina a miles de inocentes al año, que mantiene el apartheid y que solo admite a personas de un misma identidad histórico-religiosa (en este caso, los judíos) es una democracia sería algo impensable, pero el beneplácito y complicidad internacional con Israel lo desmiente. Aun así, ha sido admirable ha sido el manifiesto de personalidades en contra de esta nueva criminalización.

Y la última y más reciente: cinco sindicatos de Radiotelevisión Española, en una reunión en la que denunciaban la represión contra un periodista por criticar la manipulación informativa a la que estaba siendo sometida, fueron comparados por un directivo como ETA.

Este aluvión de intolerancia y permisividad es inaudito en estos últimos años. Algo me dice que las estructuras de ultraderecha están aprovechando la situación de inestabilidad en la formación de gobierno para actuar con carta blanca sobre los focos que quieren apagar. La libertad de expresión, una vez más, se está quedando coja, y muy pocos están haciendo algo para remediarlo.

Muchos sectores de este país no entienden todavía que la libertad de expresar está por encima de las creencias individuales, le duela a quien le duela. No debemos consentir que se robe la facultad de hacer ficción y de satirizar contra las estructuras del poder, ni criminalizar a aquellos que lo hacen, porque esos son los que dan su sangre por la libertad.

Evelyn Hall, biógrafa de Voltaire, resumía la vida de este intelectual ilustrado maestro en la sátira con la tan repetida frase: "Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo". Será pomposo, pero la historia está de llena de ejemplos que dan su vida por ello. Hagámonos un favor y no olvidemos su sacrificio.

P.D: Para los que no entienden aun que en una democracia no pueden haber delitos de inquisición, he aquí la famosa lección de vida de La vida de Brian, una película que más de una querella por eso mismo recibió y que sigue siendo referente del humor y cine político.

Pasad buena semana.



domingo, 14 de febrero de 2016

El tiempo libre en la educación

Soy un defensor de los sistemas educativos que personalizan e intentan dar respuesta a las inquietudes de los estudiantes. Lo he sido siempre, y estoy más convencido de ello después de haber sufrido durante más de una década el proceso industrial de la educación en España. Es escalofriante el número de alumnos por aula que se permite en este país. Y aún tenemos que agradecer que lo redujeran en verano del año pasado.

Uno de los aspectos que me atañen más en toda mi experiencia en las aulas (o más bien, fuera de ellas) es la cuestión del tiempo libre. Ahora que se está haciendo apología de la formación como factor de innovación para contribuir a la economía, cada vez hay que tener cuidado con adónde nos dirigimos: como diría Noam Chomsky, es ridículo creer en la educación considerada mero instrumento para incrementar el PIB. De hecho, existen estudios que reconocen a la educación por su eficiencia y no por su capacidad de hacer pensar y actuar a los educandos. Economización, lo llaman. Algo ciertamente deprimente, donde la garra neoliberal vuelve a tejer su trampa.

Pero retomemos lo del tiempo. En mi experiencia educativa, con especial repunte en la Universidad, me he topado algunas veces con visionarios de tercera clase, iluminados amparados por el sistema que creen que pasar muchas más horas dará los conocimientos necesarios sobre una determinada materia. Que, en definitiva, cuanto más tiempo, siempre mejor, aunque sea a costa de robarle horas que las personas estudiantes desearían tener para ellas mismas.
Con todo mi respeto, creo que ese tipo de docentes no deberían ser aptos para instruir a nadie, ni siquiera para darse lecciones a sí mismos. Aprender unos conocimientos debe llevar un tiempo ajustado de lo que impliquen, y no deben interferir con la función social de desarrollar otras labores fuera de la Universidad. Como dice un querido amigo mío, en la calle se aprenden muchas más cosas que en la universidad.

Es verdad que asistimos a un proceso de desarraigo por la acción y tecnocratización de los espacios universitarios en favor de un "estudio y me voy a casa". Ese tiempo lo suplen las borracheras en discotecas con precios abusivos e interminables horas delante de la pantalla del ordenador para descubrir, un vez más, que no se aprende nada memorizando sin comprensión. Me entristece que solo se visiten las bibliotecas para estudiar o sacar libros de texto, con todo el potencial que son capaces de poseer. Toda la oferta que hay dentro y fuera, y tan huérfana de jóvenes. Tal como recoge un estudio sobre el asociacionismo de los jóvenes europeos, los principales obstáculo para los españoles sobre estar o no dentro de una asociación de cualquier tipo (religiosa, deportiva, cultural...) son la falta de tiempo o el no haberlo pensado nunca. ¿Hay o no hay un hilo en todo esto?

Pero esos problemas que padecemos se deben combatir con otros instrumentos de promoción (que ya existen y se siguen poniendo en práctica a duras penas), no restringiendo tiempo a los estudiantes. Tal vez en este caso, seamos los alumnos los que no estamos a la altura de toda la dimensión cultural, vital, social y ecológica que nos ofrecen las universidades. O eso, o que algo va mal en nuestro sistema educativo. Pero bueno, eso ya lo sabíamos todos, ¿no?

domingo, 7 de febrero de 2016

Miedo y asco en los Goya

Los 30 años del cine español no tuvieron el reconocimiento que se merecían anoche. La tristeza y la incertidumbre eran las sensaciones finales de un servidor amante del cine que, perplejo, veía como la ceremonia más importante de este país se consumía en un cúmulo de pantomimas sin gracia ni sentido. Una noche terrible, no por la admirable calidad de todos los nominados, sino por la mala planificación y duda sobre la libertad de expresión de este evento.

En primer lugar, se echaron en falta más espectáculos y muestras de la calidad de nuestros intérpretes. Lo único que destacó fue el baile del principio (cuya letra ya no inspiraba demasiada confianza), un espectáculo demasiado breve de ilusionismo de Jorge Blas y una tamborilada que no entendemos demasiado bien por qué rendía homenaje al gran maestro cineasta Luis Buñuel. Hasta la actuación de un Serrat con dificultades más visibles para proyectar la voz pecaba de agorera, pues la letra de la canción no iba nada más y nada menos que del cierre de una sala de cine.

Dani Rovira repetía como presentador de la gala, pero su tradicional figura de colega para todos los públicos daba paso a una personalidad mucho más incisiva, irónica e incluso mordaz. Una personalidad menos espontánea pero mucho más valiente en cualquier caso, porque esta vez sí que se atrevió a salirse de la programación estipulada con alusiones críticas a la situación política actual, incluyendo un memorable fallo técnico.

Luego, un Resines que no inspiraba ni seguridad ni aplomo como presidente de la Academia de Cine de España. ¿Qué es eso de la mención al imperio de las leyes o un discurso tan ambiguo como desconexo? Ni carisma ni sinceridad. Más aún cuando su antecesor, el productor Enrique González Macho (representante de la vertiente más conservadora de la Academia) ha sido imputado por un supuesto falseamiento de datos para obtener más subvenciones en una de sus películas. Un pájaro negro sobre el cine y sus burdas y acríticas formas de financiación, que tanto daño hacen a día de hoy a la industria cinematográfica española. Un hecho extraño fue el recibimiento del Goya de Honor de Mariano Ozores, que más parecía encontrarse en un velatorio que recibir el aplauso de todos sus compañeros de profesión.

Pero lo más indignante fueron los instrumentos de censura de los que hicieron nata y crema los encargados de llevar la gala a su ritmo. Como tan bien afirmó el maestro Darín al recoger su Goya al mejor actor principal, un criterio "dudoso" el de poner la musiquita que ponía el acento sobre la creciente manipulación a la que se ha visto sometido un ente público tan importante como Radiotelevisión Española. El hecho más flagrante fue cuando cortaron de raíz la denuncia del productor del documental ganador, Sueños de sal, cuando hablaba de la falta de conciencia de los actores y la población en general hacia la situación de pobreza en España. O los "dentro vídeo", también luciéndose de lo lindo. Métodos que cada vez se volvían más sofisticados, aludiendo a un problema de tiempo pero con intenciones más oscuras. No es algo nuevo: Carlos Areces ya denunció el año pasado la existencia de censura en la Gala de los Goya del año pasado.


No quiero ser catastrofista, porque la gala también dejó momentos emotivos. La declaración a lágrima viva de Miguel Herrán, mejor actor revelación, agradeciendo a su mentor Daniel Guzmán (que cuando recogió su premio como mejor director novel agradeció enormemente a su abuela) fue realmente sincera. O las confusiones de un anonadado Lucas Vidal, ganador de otros dos premios  de la Academia (mejor canción con Pablo Alborán y mejor banda sonora). O la solemne declaración de Javier Cámara al recoger su galardón por mejor actor de reparto.

También quiero reivindicar la enorme calidad de las películas de este año: Truman, La novia, Un día perfecto, El desconocido, A cambio de nada, B: la películaEl rey de la Habana, Requisitos para ser una persona normal, Mi gran noche... Hermoso fue ver a León de Aranoa recogiendo el premio a mejor guion adaptado después de, como dijo él, muchos años sin pisar la alfombra roja. O los heroicos alegatos de Antonio de la Torre por los refugiados y Juan Diego Botto por los titiriteros recientemente encarcelados en un procedimiento que, como poco, induce a sospechar.

Los profesionales del cine supieron estar a la altura, pero la gala fue esperpéntica y grotesca. Aunque, mirándolo desde otra perspectiva, y a juzgar por el nombre que adoptan estos premios y la situación de incertidumbre política, seguramente haya sido acorde al dolido sentido de la obra del maestro Francisco: el de un país de gente digna y sacrificada que no consigue levantar cabeza por culpa de sus gobernantes. Miedo y asco, sí, pero también pena y crispación.




jueves, 31 de diciembre de 2015

2015, año de victorias y convulsiones

Hace exactamente un año, cinco amigos decidimos quedar en casa de una de ellos para celebrar el inicio de una etapa de nuestra vida nueva. Al final, cuatro de ellos acabamos completamente destrozados por la "oportuna" idea de comer un brownie de marihuana. En fin, nada que no anticipara que 2015 sería un año de mierda. A nivel global, no nos equivocábamos.

Empezamos el año con una tragedia que espantó a Europa: el asesinato de unos irreverentes, geniales dibujantes franceses y otros inocentes a manos del terrorismo yihadista. Cuando no queríamos darnos cuenta, la crisis de los refugiados, que llevaba años enmascarada por potencias criminales y medios interesados, explotó en la cara del egoísta Occidente que conformamos los ciudadanos de la Unión Europea y Norteamérica y nos recordó que la democracia neoliberal se construye a golpe de privar de dignidad a millones de vidas. Vivimos con sobrecogimiento el fracaso de Syriza en Grecia tras la brutal represión de la oligarquía corrupta de la Unión Europea y el avance del TTIP como el preludio a un tiempo de cada vez menos seguridad y más recortes en nombre del libre mercado. Sufrimos el dolor de esas personas corriendo por su vida en Oriente Medio, y por primera vez en nuestra historia, el nombre de Siria estaba presente en todo el mundo. El año en el que cientos de personas murieron en un avión comandado por un suicida fue 2015, el mismo año en que se consolidó el enemigo número uno mundial, el Daesh con su grotesco califa Bagdadi, y en el que renacieron los monstruos de los años 30 con nuevas caras en Francia (Le Pen), Inglaterra (Farage), Grecia (Michaloliakos) o Estados Unidos (Trump). El año en el que se fugó el Chapo Guzmán y desaparecieron 43 jóvenes en Ayotzinapa fue el mismo en el que en Ucrania se mataban por la nación y en África el ébola era erradicado a base de golpes. 2015 fue también el año en que murieron Lemmy Kilmister, Demis Roussos, Vicente Aranda, Pedro Zerolo, Ana Diosdado o Leonard Nimoy, entre otros. Y el año en el que el Partido Popular y el PSOE fueron las fuerzas más votadas en un país que, una vez más, demostró desmemoria y falta de conciencia.

En un año tan devastador, me resulta irónico que me lo haya pasado tan bien. Viajé a Ávila, Navarra y Euskadi. Me dejé los pulmones en el ViñaRock con Los Chikos del Maíz y el Reno Renardo. Aprendí sobre la injusticia de Israel y la solidaridad hacia los palestinos, por lo que el caso Matisyahu en el Rototom me dolió aun más. Aprendí a ser más compasivo conmigo mismo, a actuar teatro de Chéjov y a escribir reportajes. Impulsé este blog, descubrí cómo ser irónico, no me resigné a ser solo un acto de reflexión. Leí, escribí mi primera obra de teatro, me liberé de muchos de los fantasmas del pasado, los que se quedan en la memoria para recordar que las heridas existen. Hablé con Gervasio Sánchez y Daniel Guzmán, consolidé mi relación con mis amigos y olvidé a mis enemigos. Reí junto a mis compañeros de vida y mi familia, lloré por el dolor ajeno y propio Gracias a una profesora de interpretación redescubrí mi deseo esperanzado de poder vivir como actor, y gracias a numerosos proyectos, aprendí a expresarme mediante la palabra y a disfrutar del audiovisual, las artes escénicas y la literatura. Viví con una ilusión inesperada como el humanismo, el buen hacer y la voluntad de cambio se instalaron definitivamente en mi ciudad, y cómo los maleantes y corruptos que se creyeron inmortales fueron condenados a la humillación y el olvido. Experimenté el no poder parar y la necesidad de estar en movimiento, como el eterno viajante del que hablaba Manolo Chinato. En definitiva, y pese a todo, he sido feliz con las cargas y el azar que suponen estar vivo.

Desconozco si el próximo año será peor que el presente, si habrá razón o seremos devorados por la cruel infamia de la guerra. Tengo la pueril esperanza de que aprenderemos de nuestros errores y podremos mantener el derecho a vivir en paz, el derecho al que invocó Víctor Jara y que en los últimos años cada vez se hace más irreal. Por lo menos, siempre queda la esperanza de que aunque se empiece un año catastróficamente, las circunstancias siempre pueden mejorar. Saramago ya lo recordaba: la victoria no es eterna. Por suerte, la derrota tampoco.


Feliz 2016.